martes, 19 de abril de 2011

Los diferentes (parte 2)


(Por Nicanor Olivetto) - Los diferentes, con respecto a la primera parte de esta nota, también existieron; aunque su actividad post boxeo no rindiera a la hora de vender una noticia. Ellos, con sus historias, también brillaron y fueron grandes campeones en su carrera deportiva. Por supuesto que sus vidas no tuvieron que finalizar en medio del escándalo para eternizarse.

Luis Ángel Firpo, El Toro de Las Pampas, fue probablemente la primera leyenda argentina en el deporte de los guantes. El día en que llegó a Estados Unidos, en 1923, para retar a Jack Dempsey, uno de los noqueadores más notables de la historia, pocos se arriesgaban a que pudiera hacer algo productivo. En el primer asalto, Firpo sacó del ring a Dempsey. Lo que sigue es historia conocida: el norteamericano se coronó ganador por nocaut luego de un fallo polémico. Pero Firpo ya se había ganado su lugar en la historia. Luego de aquello, el Toro se retiró de la actividad a los 41 años. Su vida posterior, la menos popular, mostró a un hombre que supo administrar su dinero.

En la ganadería, cosechó tanto éxito como en su trayectoria deportiva. Se hizo dueño de un criadero de aves. Fue propietario de numerosas estancias y falleció, en 1960, con una fortuna en su cuenta bancaria. En el cementerio de la recoleta, su bóveda, completamente de mármol y con una estatua en su homenaje, es una muestra de lo que fue su rol empresarial.

Nicolino Locche, el intocable, ese que desfiguró al japonés Paul Fuji para consagrarse campeón Welter Junior en 1968, logró convertirse en un ejemplo para todos los deportistas. En su ciudad natal, Las Heras (Mendoza), fue declarado ciudadano ilustre en 2004, previo a su muerte, al año siguiente. Nicolino vivió tranquilo y en familia, no necesitó nada más. Además, consiguió algo que cualquier nariz chata anhela: ingresar en el Salón de la Fama del Boxeo.

Horacio Acavallo, campeón Mosca en 1966, montó, ya retirado, su propia empresa de artículos deportivos. Como empresario, todavía sigue vigente y lúcido a los setenta y siete años. Sus tiendas representan a Adidas entre tantas cadenas grandes de renombre. En la Zona Sur y algunas partes de capital, el Nombre de Acavallo en cada tienda es una marca registrada. Y pensar que trabajaba como cartonero antes de iniciarse en el deporte...

Ellos, cada uno a su manera, mostraron que, aunque la tendencia a la finalización desastrosa exista, los boxeadores no siempre acaban de esa forma. A veces, el argumento de que los que practican esta actividad nacen en lugares que no ofrecen mucha preparación, parece justificar el mal final. El ejemplo de Ubi Sacco, en la parte anterior de la nota, se encarga de dilapidar la teoría. En contrapunto, el caso de Acavallo (aquí explícito) hace lo propio. La realidad es que la fama trae consigo a los que exprimen al deportista y lo utilizan para beneficiarse ellos mismos sin importar cómo acabe el verdadero protagonista. Algunos tienen la personalidad suficiente para decir que no a algunas cosas; otros no.

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